La crueldad hacia los animales, también llamada maltrato animal, crueldad animal o abuso animal, comprende comportamientos que causan dolor innecesario o estrés a los animales no humanos. Los mismos van desde la negligencia en los cuidados básicos hasta la tortura, la mutilación o la muerte intencionada.[1]
Los animales han sido usados en actividades militares, con fines que atentaban directamente contra su integridad o bienestar. Recientemente se ha cuestionado el uso de animales en la guerra, y en prácticas tales como acarrear explosivos y detonarlos usándolos como bombas vivientes, en pruebas militares o en experimentos destinados a probar armamento. También la muerte de animales víctimas de los bombardeos y de armas de fuego.[16]
El experimento con más resonancia, aunque de poca eficacia real, se llevó a cabo en la II Guerra Mundial, cuando se intentó usar perros condicionados como antitanque. Siguiendo los descubrimientos recientes del fisiólogo ruso Ivan Petrovich Pavlov se condicionaba a perros haciéndoles encontrar la comida debajo de tanques. Se les privaba entonces de alimento y eran soltados en el campo de batalla con municiones atadas a su cuerpo. Los perros asociaban los tanques al alimento, y una vez debajo, eran activados los explosivos, al principio de forma temporizada y después a distancia. El experimento fue abandonado porque los perros se asustaban con el estrépito en el campo de batalla, y bien volvían, poniendo en peligro las tropas, o no se acercaban al objetivo. [17]
Cada vez más se entiende que los animales domésticos son una responsabilidad, no un juguete, y que, por lo tanto, tenemos la obligación de cuidarlos con la debida diligencia. El abandono puede considerarse como un maltrato si consideramos que en la calle, carretera, terrenos baldíos y/o encerrados los animales no pueden proveerse por sí mismos de comida, agua, abrigo y protección de su salud. Abandonados, sin asistencia alguna, los animales están expuestos a toda especie de agresión y violencia, como envenenamientos, atropellos, etc. Las relaciones entre el ser humano y algunos animales es milenaria. De entre ellas, puede destacarse la que mantiene con el perro; sin embargo, hoy se les trata como objetos de consumo que se pueden adquirir y desechar a placer. Bajo circunstancias variadas, como falta de capacidad económica, cambios de residencia, aparición de alergias o incompatibilidad, sus cuidadores los abandonan, olvidando que se trata de un ser vivo y que muchas de estas situaciones pueden solucionarse.
Determinar las cifras de animales abandonados resulta imposible, sin embargo, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) estima que existen aproximadamente más de 400 millones de perros callejeros, para lo cual está trabajando nuevos lineamientos de control poblacional y salubridad.[18]
En España son recogidos por protectoras de animales o ayuntamientos. El abandono se detecta más sobre perros (76 %) y gatos (24 %) que sobre otros tipos de animales.[19] Una parte de los perros y gatos acogidos por estas entidades, son adoptados o devueltos a sus propietarios, en menor medida son eutanasiados.
La crueldad hacia los animales constituye un aviso sobre la posible existencia de otras formas de violencia y [20] es uno de los signos de la psicopatía.[21]
Se ha identificado relación estadística entre la observación de actos de crueldad animal, y la práctica de tales abusos, en estudios, tres de cada diez individuos que han presenciado actos de crueldad animal, han incurrido en tales prácticas en algún momento.[22]
Además, otros estudios como el de DeGue y DiLillo[23] establecieron una serie de rasgos comunes entre los niños o jóvenes que emprenden actos de crueldad animal. Entre las características más comunes se encuentran el sentimiento de inferioridad, causado por el rechazo o exclusión del grupo.
Las víctimas de violencia familiar fueron más propensas a experimentar o presenciar actos de maltrato animal a diferencia de los individuos que no fueron víctimas de este tipo de violencia interpersonal. Además, los resultados indicaron que las víctimas de abuso infantil y violencia doméstica, fueron más propensos a incurrir en prácticas de abuso animal en algún momento. Finalmente, los participantes que afirmaron presenciar actos de abuso animal, fueron más propensos a experimentar formas de violencia interpersonal.[24]
Por lo general, la crueldad animal es una de las conductas antisociales relacionadas a trastornos conductuales durante la infancia, y, por consiguiente, el diagnóstico de un trastorno conductual es en sí un prerrequisito para el diagnóstico de ADP durante la adultez. Este estudio confirmó la estrecha asociación entre el trastorno bajo estudio (ADP) y la existencia de un historial de crueldad animal.[25]