Según la definición de la OMS, la medicina tradicional es:
La suma total de conocimientos, habilidades y prácticas basadas en teorías, creencias y experiencias oriundos de las diferentes culturas, sean o no explicables, y usados en el mantenimiento de la salud, así como en la prevención, diagnosis o tratamiento de las enfermedades físicas o mentales.[1]
De acuerdo al epistemólogo argentino Mario Bunge, las medicinas tradicionales no distinguen el síntoma subjetivo del signo o indicador objetivo, no miden ninguna variable y no hacen ensayos clínicos ni disponen de estadística; además, con excepción de ciertos consejos profilácticos y dietéticos, la medicina contemporánea no usa casi ninguno de los conocimientos de las medicinas tradicionales.[2]
Las civilizaciones urbanas, desde la egipcia y la mesopotámica, desarrollaron sistemas de medicina, que incluían un cuerpo conceptual o teórico, unas prácticas más o menos normalizadas, la regulación de la educación médica, de la pertenencia a la profesión y de las responsabilidades del médico.
La medicina occidental siguió un camino equivalente, donde el máximo peso le correspondía a la tradición, hasta el Renacimiento, cuando comenzó un auge de la investigación anatómica, y sobre todo hasta el desarrollo de las ciencias de la materia, como la química y la física, en el siglo XVIII, y de la biología fundamental, a partir del XIX. Solo en los últimos años la idea de que la teoría médica debe desarrollar sus conceptos científicamente, ha empezado a avanzarse que también la práctica médica, desde el diagnóstico hasta el seguimiento del paciente, pueden sacar ventaja de los procedimientos rigurosos de la ciencia. La medicina tradicional occidental, de origen grecolatino, ha sido desplazada en sus conceptos teóricos por la inspirada biológicamente.
La medicina egipcia era una medicina socialmente muy organizada, con profesionales y lugares específicos, pero siempre muy vinculada a la religión y al oficio sacerdotal. Ha dejado muy poca huella en las medicinas posteriores.
Otros sistemas han perdurado hasta nuestros días, y los sistemas de salud de los países correspondientes los han integrado en diversa medida. Son los siguientes:
En el caso de Mesoamérica el mejor ejemplo es Don Juan Badiano y don Martín de la Cruz.
La etnomedicina es una especialidad de la antropología médica que estudia las medicinas tradicionales, especialmente las que carecen de fuentes escritas, con énfasis en los aspectos culturales, más que en los biomédicos.
Aunque 130 países tienen regulaciones sobre medicinas populares, existen riesgos asociados con su uso (es decir, zoonosis, principalmente porque algunas medicinas tradicionales todavía usan sustancias de origen animal[7][8]). A menudo se supone que debido a que los supuestos medicamentos son naturales, son seguros, pero numerosas precauciones están asociadas con el uso de remedios a base de hierbas.[9]
Los animales en peligro de extinción, como los loris perezosos, a veces son sacrificados para hacer medicinas tradicionales.[10]
Las aletas de tiburón también se han utilizado en la medicina tradicional, y aunque su eficacia no ha sido probada, está perjudicando a las poblaciones de tiburones y su ecosistema.[11]
El comercio de marfil ilegal se remonta en parte a los compradores de medicina tradicional china. La demanda de marfil es un factor importante en la caza furtiva de especies en peligro de extinción, como los rinocerontes y los elefantes.[12]
Los pangolines están amenazados por la caza furtiva, por su carne y escamas, que se utilizan en la medicina tradicional. Son los mamíferos más traficados en el mundo.