Carabela Vera Cruz (con velas latinas) en la desembocadura del Tajo.

Una carabela es una embarcación a vela ligera usada en viajes oceánicos en los siglos XV y XVI por Portugal y España. Es particularmente famosa por ser dos de los barcos empleados por Cristóbal Colón en el primer viaje de Colón: la Pinta y la Niña, ya que la Santa María era una nao.[1]

Fue la primera en poder navegar contra del viento, lo que le permitía viajes oceánicos; si los aires eran siempre contrarios (como entre Labrador y Groenlandia, o para cruzar los trópicos). La navegación previa se había aprovechando los vientos dominantes favorables (por ejemplo los vientos a tierra de día, y al mar de noche o de mañana).

Etimología

La palabra parece tener su origen en cáravo o cárabo, una anglicización del griego κάραβος, embarcación ligera utilizada en el Mediterráneo.[2][3]​ Según algunos historiadores, la palabra proviene del árabe carib o "qârib" [4]​ (barco de tamaño mediano con velas triangulares - dosel latino). Su primer uso documentado en portugués data de 1255 y la última referencia en documentos impresos data de 1766, lo que sugiere que el término se ha aplicado a varias embarcaciones a lo largo del tiempo.[5]

Características

Maqueta en un museo de Colombia de la nao y las dos carabelas que usó Colón en el viaje del descubrimiento.
La bodega de este barco en una de las réplicas del Muelle de las Carabelas.

Eran de casco ligero y forma afinada, lo que daba como resultado una embarcación veloz y apta para ganar barlovento.[6]​ En cuanto a sus dimensiones, se cree que medían de 20 a 30 metros de eslora y de 6 a 8 metros de ancho (manga),[7]​ de aparejo redondo o latino y con tres mástiles, sobre una sola cubierta y elevado castillo de popa. Navegaban a unos 8 nudos (unos 15 km/h).[7]​ Eran rápidas y fácilmente maniobrables.[8]

La carabela permitía transportar muchas mercancías, lo que hace posible alimentar a la tripulación durante largas travesías, no precisa remeros y se aumenta la superficie y el número de velas.[6]

Aunque el modelo no precisaba remos, en las carabelas usadas por Enrique el Navegante o Fernando de Magallanes la cubierta podía albergar cuatro remos larguísimos, para los casos en los que fuera necesario, y cada uno debía ser manejado por cuatro hombres que, para moverlos, tenían que caminar adelante y atrás sobre la cubierta. Los barcos no asomaban por los costados y rara vez tenían castillos de proa o popa elevadas.[9]​ Algunas reproducciones muestran las carabelas con tres velas latinas. Sin embargo, estas podrían tener también solamente dos.[9]

Carabela redonda

Muchos marineros optaron por combinar en la carabela la vela latina con la vela cuadrada, obteniendo un nuevo modelo conocido como carabela redonda. La Niña y la Pinta eran carabelas latinas, pero poco antes de comenzar el viaje de Colón, fueron convertidas en carabelas redondas.[9]

Con viento de cara (desfavorable), la vela cuadrada no puede ceñirse al viento más que en un 50 % en una nave bien equilibrada y con una tripulación compuesta por hombres de experiencia. También es fácil que este tipo de nave se deje llevar mucho a la deriva. Sin embargo, la vela latina puede ceñirse perfectamente al viento y no se mueve a la deriva.[9]

Con viento de popa (favorable), la vela cuadrada aprovecha el viento en su totalidad y avanza con un movimiento uniforme. Con la vela latina, la presión desigual hace que sea más difícil mantener un mismo rumbo.[9]

Historia

Este modelo de barco estaba basado probablemente en las embarcaciones usadas por los pescadores portugueses. A finales del siglo XV el príncipe de Portugal, Enrique el Navegante, emprendió una serie de exploraciones de conquista en islas del Atlántico y en la costa de África. En Sagres, en el extremo sur de Portugal, Enrique había reunido a un equipo de expertos en cartografía, navegación, astronomía y diseño naval, y les encargó que idearan un navío capaz de explorar alta mar. Antes de que este comité se pusiera manos a la obra y desarrollara el diseño de la carabela, los veleros europeos dependían de equipos de remeros o de velas fijas, o de ambos, para su propulsión; la barca de aparejo cuadrado era la más común. La invención de la carabela, así como la sustitución de la coca por la nao, ayudaron enormemente a España y Portugal en sus viajes por el océano en el siglo XV.[6][8]

La exploración realizada con carabelas hizo posible el comercio de especias de portugueses y españoles. Sin embargo, para el comercio en sí, la carabela fue reemplazada más tarde por la carraca (nao) más grande, que era más rentable para el comercio. La carabela fue uno de los barcos pináculo en el desarrollo de barcos ibéricos de 1400-1600.

En los años posteriores al descubrimiento y la conquista y colonización de América, las carabelas fueron cayendo en desuso en la medida que aparecieron nuevos tipos de embarcaciones, especialmente los galeones, los cuales tenían como precedente a las naos y carracas, pero con enormes mejoras en sus prestaciones, especialmente en cuanto a capacidad de carga, resistencia y maniobra.

Carabelas de Colón

Réplicas de las carabelas de Colón expuestas en 1992 en la Expo de Sevilla.

Véase también

Referencias

  1. Ángel M. Felicísimo (18 de junio de 2021). «Columbus: aportes de la teledetección y análisis de coste anisotrópico a un debate histórico». Revista Cartográfica 100 SSN (impresa) 0080-2085. p. 3. 
  2. es Carabela en el Diccionario usual de la Real Academia Española
  3. Diccionario marítimo español, Martín Fernández de Navarrete, 1831 (GoogleBooks)
  4. Jorge Nascimento Rodrigues e Tessaleno Devezas (2009). Centro Atlântico (ISBN: 978-989-615-077-8)), ed. «Portugal: O pioneiro da globalização: a Herança das Descobertas. Pag. 188». Consultado el 17 de agosto de 2013. 
  5. «Caravela - Instituto Camões». Archivado desde el original el 17 de mayo de 2021. Consultado el 27 de agosto de 2022. 
  6. a b c Juan Tous Meliá (Junio del 2000). «Guía histórica del Museo Militar Regional de Canarias». 
  7. a b Schwarz, G. R. (2008). «The History and Development of Caravels». University of Cincinnati. 
  8. a b Zamagni, Vera (2016). «De las ciudades-estado italianas a las exploraciones geográficas». Una historia económica : Europa de la Edad Media a la crisis del euro (1ª edición). Crítica. p. 22. ISBN 978-84-16771-04-2. OCLC 962131144. Consultado el 11 de abril de 2021. 
  9. a b c d e Walter Browlee (1991). «La primera vuelta al mundo».